“No me alcanzó el tiempo”, “Todo llega a su tiempo”, “Necesitamos un tiempo” frases que dependiendo del contexto pueden suponer una justificación o una simple respuesta cliché a los acontecimientos que ocurren en nuestra vida desde el punto de vista físico, donde la transición de un momento a otro está relacionada con nuestras acciones y sus respectivas repercusiones.
Pasado, presente y futuro están sujetos a esta magnitud física en la cual ponderamos su valor de manera personal, de acuerdo con el momento y lo que lo rodea. Hemos llegado al punto de cuestionar esta mismísima variable “Ojalá pudiera regresar el tiempo” sabiendo desde nuestro razonamiento que es imposible, es ahí donde valoramos las acciones, ese momento en que nos creemos víctimas de las consecuencias, donde queremos dar hasta lo que no tenemos para remediar nuestra culpabilidad, ese momento donde todo es demasiado tarde.
No todo es culpabilidad y pretextos al involucrar esta medida de uso cotidiano, el tiempo sirve para conciliar y sanar, tal vez esto suena también a cliché, pero cuantas veces esos 10 minutos a solas tomado café nos han dado tantas respuestas, incluso claridad para enfrentar una situación o por lo menos para descubrir algo en nosotros mismos. Esos momentos de platica interminable con la persona que te complementa que te transfiere confianza y alegría, donde nuestros seres queridos disfrutan de plenitud y sonríen ante la adversidad, sin duda alguna ese tiempo es invaluable.
Hoy, en el respectivo espacio tiempo, estamos forjando nuestro presente de acuerdo con las acciones que tomamos en el pasado, de manera individual tenemos la responsabilidad de aprender y valorar a los demás, a todo lo que nos rodea, a reflexionar, viajar, llorar, dormir o realizar aquello en donde como persona podamos sentirnos libres sin afectar a los demás, donde por supuesto hay dificultades que nos prepararan para el futuro.